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El BDS funciona, también en EEUU

El BDS funciona, también en EEUU

Sentitzen dugu, baina sarrera hau Espainiera (Europa) bakarrik dago.

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Anna Baltzer, coordinadora nacional de la US Campaign to End the Israeli Occupation, hace un excelente, exhaustivo e inspirador recorrido sobre el BDS. María Landi traduce y transcribe su ponencia en la ‘Conferencia internacional de gobiernos locales y organizaciones de la sociedad civil en apoyo a los derechos palestinos’ celebrada en el Parlamento de Andalucía en Sevilla los días 2 y 3 de diciembre de 2014.
Anna Baltzer

Anna Baltzer en el Parlamento de Andalucía en Sevilla / María Landi

Es un honor estar aquí para hablar del movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) desde mi posición como Organizadora Nacional de la US Campaign to End the Israeli Occupation (campaña estadounidense para poner fin a la ocupación israelí), una coalición de más de 400 organizaciones que trabajan para poner fin a todas las formas de complicidad institucional con las políticas de ocupación y apartheid de Israel. Me gustaría comenzar aclarando que la mayor parte de mi presentación se centrará en el BDS en el contexto de Estados Unidos, simplemente porque esa es mi área de especialización, no porque crea que el trabajo allí es más importante o avanzado que en otros lugares; por el contrario, creo que en EEUU tenemos mucho que aprender de la efectividad de las campañas europeas y de otros lugares, lo cual es una de las razones por las que estoy tan contenta de estar hoy aquí con ustedes.

Es difícil remarcar lo importante que ha sido el llamamiento del movimiento BDS para nuestro trabajo en los EEUU. El BDS ha transformado por completo al movimiento de solidaridad, poniendo la iniciativa de nuevo en manos de la gente común, y a los propios palestinos y palestinas como nuestro principal referente a la hora de rendir cuentas. El BDS ha desplazado el poder desde un supuesto “proceso de paz” impotente, dominado por las élites políticas, hacia un movimiento masivo de personas comunes y corrientes y de conciencia en todo el mundo.

El año pasado, la Asamblea General de Naciones Unidas declaró a 2014 como Año Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. En ese momento la Asamblea General no podía predecir que 2014 se convertiría en un año crucial, tanto en términos de la escalada de violencia israelí contra el pueblo palestino como de la creciente presión sobre Israel por parte de la sociedad civil internacional. Los monstruosos ataques israelíes sobre Gaza este verano, que dejaron un saldo de más de 2.200 hombres, mujeres, niños y niñas muertas —la mayoría de ellas civiles—, y la continua, implacable y violenta colonización de Cisjordania (incluyendo Jerusalén Este) no dejan lugar a dudas: no podemos esperar a que Israel cambie su conducta o a que su patrocinador, EEUU, entre en razón.

Israel ha mantenido su accionar destructivo precisamente porque no tiene ningún incentivo para cambiar. El statu quo —el apoyo incondicional de EEUU y una comunidad internacional en última instancia pasiva— es totalmente favorable a Israel. El BDS tiene como objetivo crear dicho incentivo imponiendo una dura sanción al statu quo. Las Naciones Unidas fueron creadas para afirmar la dignidad y los derechos de todos los seres humanos. 2014 es el año para que quienes buscan un cambio duradero se unan en torno a estos nobles objetivos y retomen las riendas.

Rendir cuentas ante los palestinos y palestinas

Es fácil hacer declaraciones sobre la solidaridad, pero ¿qué significa la solidaridad en la práctica? Para mí, la característica fundamental de la solidaridad es el reconocimiento de que las y los oprimidos son los líderes de su propia lucha. Nuestra tarea, en el campo de la solidaridad, es entender por qué están luchando y respetar el papel que nos piden que juguemos.

El llamamiento de 2005 al Boicot, la Desinversión y las Sanciones (BDS) —con un claro enfoque de derechos, una amplitud de tácticas que consideran los matices y contextos específicos y una amplia base de apoyo de la sociedad civil palestina— responde preguntas críticas sobre lo que significa realmente tener como referencia al pueblo palestino. Las personas de todo el mundo que están preocupadas por los derechos palestinos pueden ahora ver en el Comité Nacional de BDS un liderazgo palestino que trasciende las facciones políticas y recoge las sugerencias de la sociedad civil en su lucha por la libertad y la autodeterminación. Por lo tanto, uno de los éxitos más importantes del BDS ha sido poner las voces palestinas claramente en el centro de nuestro accionar y rendición de cuentas.

De la simpatía a la acción: recuperar el poder

El BDS no nos pide algo heroico: nos plantea la obligación moral básica de poner fin a nuestra propia complicidad con la opresión israelí; de no hacer el mal. Mientras que la oposición caracteriza al BDS como nefasto y temible, sabemos que el BDS es una herramienta no violenta para hacer frente a la violencia extrema de las políticas de ocupación y apartheid de Israel. El BDS utiliza tácticas bien probadas y de larga tradición en el legado del movimiento antiapartheid sudafricano y de otras luchas anticoloniales, antirracistas y de liberación.

En su nivel más elemental, el BDS ha permitido a la gente pasar de las palabras bonitas y la simpatía por la causa palestina hacia acciones tangibles en forma de campañas. Nos ha devuelto la iniciativa para poner fin a toda forma de implicación propia en la agresión israelí. Esto es más significativo en el contexto de EEUU, teniendo en cuenta los miles de millones que le damos anualmente a Israel en forma de ayuda militar para perpetuar sus crímenes. Al exigirnos que llevemos a cabo campañas para poner fin a nuestra complicidad individual o institucional, el BDS hace dos cosas: por un lado, nos hace responsables; pero lo más importante, nos devuelve el poder. Ya no estamos esperando que el presidente Obama o el Congreso de EEUU o el gobierno israelí hagan el cambio: estamos forzando ese cambio, bajo el liderazgo del pueblo palestino. Y está funcionando; por primera vez en décadas, en EEUU la oposición se ve obligada a respondernos. Estamos a la ofensiva, y los tradicionales guardianes de Israel están a la defensiva.

Cambiar el discurso

Nuestro movimiento está definiendo cada vez más los términos de la discusión. Las campañas de BDS que se desarrollan en las principales instituciones religiosas, sindicatos, centros comerciales, campus universitarios y municipalidades han hecho que la pregunta fundamental ya no sea si Israel está cometiendo crímenes o no, sino: qué es lo que como sociedad civil vamos a hacer al respecto; o cuál es la mejor táctica para enfrentar esos crímenes.

A medida que las resoluciones de BDS se ponen a votación en municipios, asambleas de las iglesias y gremios estudiantiles —y que los medios de comunicación hacen públicas esas votaciones—, el BDS está desafiando a las masas —que antes podían ignorar la agresión israelí— a que finalmente tomen partido. Estamos poniendo a Israel y su colonización, y a sus cómplices, bajo juicio. Permanecer neutral ya no es una opción: con el dinero de nuestros impuestos, matrículas o consumo, todos y todas estamos implicadas, y tenemos que decidir de qué lado estamos.

El BDS es, sin duda, la herramienta educativa más eficaz que hemos encontrado en el contexto estadounidense. Esto se debe a que el BDS convierte un asunto internacional en algo local para las personas, no importa dónde vivan. El bloqueo de Gaza no es sólo algo entre palestinos e israelíes; su infraestructura es gestionada por la misma empresa, por ejemplo, a la cual usted le compró su computadora (como Hewlett Packard). Las demoliciones de casas y la tortura en las cárceles israelíes no sólo es obra de Israel; su iglesia o su universidad está implicada en esa destrucción y abusos a través de sus inversiones en empresas como Caterpillar y G4S. Las colonias no son algo que sucede en una tierra lejana: son el origen de los productos que llegan a nuestras tiendas y centros comerciales, y que tenemos la opción de comprar o no (como Sodastream). Esos abusos están siendo financiados con el dinero de nuestros impuestos, mientras los políticos sostienen que no tenemos suficiente para escuelas, servicios de salud adecuados y otros programas sociales. De repente, la ocupación es problema de todos; es algo con lo que todas nos involucramos diariamente. Eso ha sido siempre así, pero el BDS lo ha sacado a luz de la manera más brillante.

Stop G4S

Imagen de las protestas llevadas a cabo contra la empresa de seguridad G4S / StopG4S.net

La reacción

Al poner a la ocupación bajo juicio, estamos poniendo la causa palestina en el centro, construyendo nuestro movimiento y nuestro poder. Pero este poder creciente no ha pasado desapercibido. En 2006, el gobierno israelí lanzó una iniciativa multimillonaria llamada “Marca Israel”, creada para “mejorar la imagen del país en el extranjero, bajando el perfil de la religión y evitando cualquier discusión sobre el conflicto con los palestinos”. En lugar de defender la ocupación, la campaña pretende cambiar el tema de conversación, poniendo énfasis en los logros científicos y culturales de Israel, usando para ello cínicamente al mundo académico y artístico para encubrir sus crímenes de guerra. A fines de 2010, la Federación Judía de Norteamérica anunció que iba a financiar una multimillonaria “Red de Acción Israel” (Israel Action Network) con el objetivo principal de luchar contra las campañas de BDS. A principios de ese año, el Instituto Reut —un influyente think tank israelí— exhortó al gobierno a destinar recursos importantes para “atacar” y en lo posible “sabotear” al movimiento BDS y las campañas relacionadas. En EEUU, los apologistas de Israel han empleado innumerables tácticas de intimidación en los campus y en las iglesias para sofocar las campañas de desinversión. El Parlamento israelí aprobó una ley antiboicot que pretende imponer fuertes multas a las y los ciudadanos israelíes que llamen al boicot académico o económico como respuesta a la ocupación. Los esfuerzos de Israel para luchar contra el BDS también han sido militarizados por el ejército israelí, que opera una unidad de inteligencia de señal abierta para monitorear la actividad del BDS en las redes sociales.

Los extremos a los que el gobierno de Israel y sus aliados están llegando para contrarrestar el BDS demuestran cuán poderoso se ha vuelto este movimiento global basado en los derechos humanos. Los proyectos para relanzar la marca Israel y desviar la atención de la política son necesarios precisamente porque la vieja imagen de Israel como un país víctima que busca la paz ya no es sostenible.

En lugar de ceder ante las tácticas sucias de la oposición, el activismo por los derechos palestinos se ha vuelto aún más creativo y ambicioso.

Victorias del BDS

Presbiterian divest

Asamblea de la Iglesia Presbiteriana de EEUU que aprobó desinvertir en compañías cómplices de la ocupación israelí. Detroit, junio 2014.

En menos de 10 años desde el llamamiento al BDS, el movimiento se ha consolidado realmente como una fuerza a tener en cuenta. Hemos logrado hitos inimaginables hace un tiempo. La lista es larga y crece día a día, así que voy a nombrar sólo unos pocos ejemplos recientes. En el ámbito de la fe, este verano, poco antes de los monstruosos ataques de Israel contra Gaza, la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana de EEUU votó a favor de retirar sus inversiones de tres compañías estadounidenses involucradas en la ocupación israelí, convirtiéndose en la primera gran denominación protestante de EEUU en hacerlo. Por la misma época, la Iglesia Metodista Unida en todo el mundo retiró sus inversiones de la compañía de seguridad privada G4S debido a su papel en las cárceles israelíes. Hace dos años también desinvirtieron los cuáqueros y los menonitas de EEUU, mientras que muchas otras denominaciones están planeando tomar resoluciones de boicot y desinversión similares el año que viene.

Quizás nada ilustra tan bien la creciente fuerza del movimiento BDS como la campaña de boicot a SodaStream, la empresa israelí de máquinas de soda casera fabricadas en una colonia ilegal en territorio ocupado. Hace un año, los activistas preparaban un día de acción global en decenas de ciudades de todo el mundo para boicotear a Sodastream durante la temporada de vacaciones. Cuando en enero pasado Sodastream anunció que la actriz de Hollywood y embajadora global de Oxfam Scarlett Johansson sería la nueva imagen de la marca SodaStream, activistas de todo el mundo se movilizaron, señalando la contradicción entre promover al mismo tiempo los derechos humanos y la ocupación. A raíz de la campaña de protestas, acciones, innumerables cartas y tácticas diversas en las redes sociales, que llegaron a millones de personas, Johansson se retiró de su papel como embajadora de Oxfam. Una victoria novedosa del BDS, que provocó una atención mediática sin precedentes y la vergüenza de la empresa. Poco después, Earth Day Network, una red que moviliza al movimiento ambientalista en 192 países, cortó sus lazos con la empresa. En mayo, el Director Ejecutivo de Sodastream anunció que las ganancias habían sufrido una caída en picada, de casi el 85%. Este verano, el multimillonario inversor George Soros retiró todas sus inversiones en la compañía, citando las directrices de la Unión Europea relativas a los productos de las colonias. Por último, hace apenas unas semanas, Sodastream anunció su intención de trasladar su fábrica de Cisjordania al Negev. Si Sodastream se traslada a las tierras arrebatadas a los beduinos palestinos, el boicot continuará. Este asunto nos da la oportunidad de demostrar que nuestro movimiento es moralmente coherente en su oposición a todas las formas de colonización corporativa. Y significa también un extraordinario suceso tras los esfuerzos sostenidos del BDS en los últimos años.

Las comunidades locales también están desafiando con éxito contratos municipales con especuladores cómplices de la ocupación. Una campaña que marcó un hito en St. Louis, Missouri, reunió a defensores de los derechos palestinos, activistas ambientales, trabajadores, grupos contra la privatización y otros en la lucha para evitar que la ciudad hiciera un contrato sobre agua con Veolia, una multinacional francesa famosa por la destrucción del medio ambiente, los abusos laborales y el mantenimiento de las colonias israelíes. La empresa finalmente anunció su retiro de la licitación, en respuesta a la presión popular. Después de perder más de 16 millones de dólares en contratos en todo el mundo como resultado de tales campañas, Veolia vendió todas sus líneas de autobús en Israel/Palestina y recientemente anunció sus planes para poner fin a su presencia en Israel.

Las campañas locales e internacionales también han apuntado a G4S, una empresa de seguridad privada con sede en el Reino Unido que gestiona las cárceles israelíes. Tras una presión mundial sostenida, y la decisión de la Fundación Bill y Melinda Gates de vender la todalidad de sus acciones en la compañía este verano, G4S anunció sus planes de retirarse de Israel. Mucho más allá de las victorias simbólicas, estos avances recientes indican que las campañas de BDS están teniendo consecuencias tangibles y económicas para Israel y sus cómplices, demostrando que la participación en la opresión israelí es insostenible y tiene un elevado costo. No puede haber más “business as usual” con el apartheid israelí.

En la costa oeste de EEUU, activistas en ciudades como Oakland (California) han bloqueado con éxito la descarga de mercancías de Israel. También hay un nuevo panorama en el mundo académico y cultural. En completo rechazo a los esfuerzos desesperados de Israel por relanzar su imagen, un número creciente de asociaciones académicas se han sumado al boicot académico, mientras cada vez más y más artistas y actores están cancelando sus presentaciones en Israel y refrendando el boicot cultural como una forma de resistencia a la ‘normalización’ con un Estado canalla.

También en el ámbito académico, hace cinco años, el Hampshire College se convirtió en la primera universidad de Estados Unidos en retirar sus inversiones de la ocupación israelí. Notable, en parte, porque también fue la primera universidad en desinvertir en la Sudáfrica del apartheid. Ahora, en 2014, nos resulta imposible mantener actualizado el número de universidades de EEUU que aprueban distintas resoluciones de desinversión. Parece que cada semana hay una nueva victoria.

Conectar las luchas

ferguson palestine

De Ferguson a Palestina: Stop racismo / Carlos Latuff

Una de las razones por las que los grupos estudiantiles de EEUU han tenido tanto éxito es porque colocan constantemente su trabajo por la justicia en Palestina en el contexto más amplio de la lucha contra el racismo y el colonialismo globales. Llegué ayer directamente de mi ciudad natal, St. Louis, y de la cercana Ferguson, en Missouri, que se han convertido en focos de tensión del movimiento estadounidense para enfrentar la brutalidad policial desde que en agosto la policía asesinó a Michael Brown, un joven negro de 18 años de edad, desarmado. En EEUU sabemos lo que significa un “sistema de castas raciales” que, en palabras del profesor palestino-americano Steve Tamari, “criminaliza el movimiento y las acciones de los afroamericanos (…) y perpetúa el aislamiento y la marginación de las comunidades negras estadounidenses”. La policía está matando a la gente de color por, literalmente, caminar por la calle, como en el caso de Brown. Las tasas de encarcelamiento de hombres negros en EEUU son superiores a las de Sudáfrica durante el apartheid. Ha sido bien demostrado que el tratamiento de los palestinos por parte de Israel se ajusta a —de hecho, supera— la definición del crimen de apartheid según Naciones Unidas. Recientemente, la ex Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos Navi Pillay también comparó la violencia en Ferguson a la que ella experimentó creciendo en Sudáfrica, y dijo: “en muchas partes de los Estados Unidos el apartheid está floreciendo”.

La madre y el padre de Brown, junto a una delegación de St. Louis recientemente dieron testimonio ante la 53ª Sesión del Comité de Naciones Unidas contra la Tortura sobre el asesinato de Brown y la posterior brutalidad policial contra los manifestantes. He traído aquí copias de su informe. El Secretario General de la ONU Ban Ki-Moon pidió a los representantes de la ley que protejan los derechos de la población de Ferguson y de todas partes a manifestar pacíficamente. Sin embargo, apenas la semana pasada, nuestra comunidad ha sido testigo de otra escalada de represión policial con mazas, gas pimienta, gas lacrimógeno, balas de goma, porras y arrestos en masa tras el anuncio de que el asesino de Brown, Darren Wilson, no será llevado ante la justicia.

En Ferguson la gente le está llamando a esto ‘su intifada’. El mismo gas lacrimógeno usado contra los palestinos que luchan por la libertad está siendo utilizado contra las personas que luchan por sus derechos en EEUU y en todas partes. Una fuerza policial predominantemente blanca ha levantado checkpoints, bloqueos de carreteras y distintos tipos de muros en las comunidades negras en toda el área de St. Louis y más allá. El estudiante de Derecho Dayo Olopade escribe que la situación en Ferguson es en esencia de ocupación: “Cuando los funcionarios tienen derecho a controlar tus movimientos, acciones y destino, no hay otra palabra (…) Cuando encima de eso, los ocupantes no se te parecen en nada y no son parte de tu comunidad, es mucho peor”. La gente está hacienda las conexiones entre la violencia israelí contra los palestinos y el fenómeno global del control policial militarizado en las comunidades de color.

Conectar estas luchas —en Palestina, en Ferguson y en todo el mundo— es una cuestión de principios y de estrategia. Debemos oponernos al racismo en todas sus formas, no importa dónde ocurra; porque es lo que se debe hacer, y porque trabajando juntos somos más fuertes. El BDS ofrece enormes oportunidades para conectar nuestro trabajo. Corporaciones como G4S lucran con el complejo industrial de prisiones en todo el mundo, y deben ser enfrentadas por las comunidades marginadas en múltiples continentes y contextos. Juntos, podemos hacerles frente. Para citar a los manifestantes de Ferguson y a muchos antes que ellos: “La unión nos hace fuertes, la division nos mata” (“United we stand, divided we fall”). Las comunidades negras de St. Louis y Ferguson han apoyado las campañas de BDS lideradas por los palestinos durante muchos años, incluyendo la lucha contra Veolia. Sin ellos, no lo habríamos conseguido. Sería un mensaje poderoso que el Comité de la ONU para el ejercicio de los derechos inalienables del pueblo palestino y esta conferencia, como un cuerpo, emitieran una declaración de solidaridad con los manifestantes de Ferguson y contra la discriminación racial y la brutalidad policial. Esta petición viene directamente del pueblo de San Luis y de Ferguson que, como el palestino, están luchando en este mismo momento para que sus derechos humanos fundamentales y su dignidad sean respetados.

Conclusión: un llamado a la Acción

En conclusión, 2014 es el año de unir todos las luchas justas por la libertad y la igualdad, para afirmar la dignidad y los derechos de todas las personas, que es para lo que fueron creadas las Naciones Unidas. El BDS ofrece un modelo eficaz para ejercer una presión global sobre Israel, exigiendo que ponga fin a sus violaciones de los derechos palestinos y del derecho internacional. Ciertamente tenemos un largo camino por recorrer; pero ya los políticos israelíes, los altos dirigentes empresariales y los periodistas de los principales medios están diciendo que la única manera de detener al BDS y de evitar el creciente aislamiento de Israel es restablecer los derechos palestinos. En otras palabras, el BDS está funcionando.

Ya no hay más excusas. Es hora de pasar de las declaraciones y la palabrería diplomática a la acción. La ONU declaró a 2014 el Año Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Pero usar la palabra solidaridad sin responder al reclamo proveniente de los mismos oprimidos de que pongamos fin a nuestra propia complicidad es irresponsable y paternalista. Es hora de que cada entidad que votó por el año de solidaridad —y aquellas que no lo hicieron, también— manifieste su solidaridad con acciones como el BDS. La no cooperación con Estados canallas no debería ser vista como una opción, sino como una obligación de aplicación inmediata por parte de gobiernos locales y municipales, tal como establece el derecho internacional. Poner fin a los contratos de organismos de la ONU con G4S podría ser un primer paso.

Cada uno de nosotros y nosotras debemos responder al llamado de la manera que podamos: en los ayuntamientos y parlamentos, en los campus universitarios, en las comunidades de fe, a través de la acción jurídica, en el mundo empresarial, y más allá. Podemos elegir campañas que lleven la lucha de Palestina a nuestra casa, que nos ayuden a construir coaliciones efectivas, y que se puedan ganar. Hay un sinnúmero de tácticas para elegir, desde flash mobs a simulacros de juicios, desde referendos a hip hop, desde réplicas de muros hasta manifestaciones o conferencias como ésta. Que cada quien analice su propio contexto y dé el paso siguiente. No hay tiempo que perder. Unámonos todas y todos en este movimiento creciente y eficaz, bajo el liderazgo palestino, por la libertad, la justicia y la igualdad.

 

Traducción del inglés y fuente: María Landi

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